lunes, 27 de julio de 2009

Morrison


A su llegada a Gran Bretaña el principal escollo era la vivienda, pero además el encontrar un sitio donde meter todo el material que estaban a punto de recibir desde EEUU. Por no mencionar la falta de un medio a través del cual vender todos estos nuevos productos, ya que la venta por correo iba a resultar insuficiente en un muy corto periodo de tiempo.

Tanto Ian como Steve disponían de alojamiento, pero con múltiples limitaciones. Por poner un ejemplo la novia de Ian les permitía quedarse en su apartamento los fines de semana, pero no permitía que hubiera invitados pernoctando en su casa los días entre semana.
Necesitaban un apartamento propio, pero tras discutirlo llegaron a la conclusión de que más que eso, lo que necesitaban era una oficina que les hiciese las veces de almacén. Pronto encontraron un local en la parte trasera de las oficinas de un agente inmobiliario llamado Renta Crowd en el 97 de Uxbridge Road en West London, a un tiro de piedra de Shepherd’s Bush. Era un sitio minúsculo el cuál Ian llegaría a describir como –“Un espacio del tamaño de una panera”-. Por lo pronto era suficiente y así dispondrían de una razón social para la empresa.
Aun tenían el problema de la vivienda, pero con todo el ánimo del mundo concluyeron que no les iba a llegar todo en un día. Mientras tanto recurrirían a una solución extrema: Steve era el orgulloso propietario de una furgoneta a la que había llamado, en un arranque de sentimiento hippy, Morrison. Esta se convertiría en su improvisado hogar durante los siguientes meses.
Si bien una furgoneta no es un mal sitio para dormir, siempre y cuando no te molesten los olores a grasa de motor mezclado con el de dos tíos hacinados en un espacio más bien pequeño, las instalaciones higiénicas dejan bastante que desear, por no hablar de otros inconvenientes derivados del desgaste orgánico. Para “aliviar” estas carencias los dos amigos se apuntaron a un club de squash que tenían puerta con puerta a la agencia inmobiliaria y de esta manera disponían de acceso libre a sus instalaciones, incluidas las duchas y baños, y por si fuera poco lograban un más que aceptable nivel de juego en dicho deporte.
A partir de este momento y durante los siguientes tres meses vivirían de este modo y la empresa operaría siguiendo más o menos el mismo estilo que cuando estaban en la tercera planta de Shepherd’s Bush.

Después de un breve descanso Games Workshop había vuelto a abrir sus puertas y ya nadie iba a pararlos.


Foto superior derecha: el 97 de Uxbridge Road en la actualidad, sigue siendo un agente inmobiliario.

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